El día de ayer, mis estudiantes de licenciatura y yo construimos un diálogo en relación al ocho de marzo (día internacional de la mujer). Fue insoslayable no llegar a uno de los movimientos sociales más controversiales de la actualidad: "el feminismo".
Analizamos sus orígenes, sus diversas manifestaciones, sus múltiples agravios y las mutaciones que ha sufrido este movimiento a través del tiempo y sus generaciones.
El feminismo no es un movimiento nuevo, tendríamos que volver a la era del renacimiento y la ilustración para entender el principal objetivo de las mujeres de ese entonces; comprender que el feminismo después de ser un movimiento paralelo se ha convertido es un movimiento bastante horizontal, que existen diversas categorías y cada una de ellas tiene sus particularidades.
De esas diversas categorías del feminismo, existen dos que actualmente tienen una gran vigencia: el feminismo liberal y el feminismo radical. En ambas posturas, sus preocupaciones y sus argumentos se encaminan a la defensa de los derechos de la mujer, demandan una verdadera equidad en la sociedad, manifiestan su inconformidad, pero, sobre todo, dignifican su lucha buscando las mejores vías y los mejores medios para hacer de sus voces, ecos que impacten al mundo.
Me encantó escuchar a mis alumnas y proclamarse como feministas conscientes de la verdadera equidad que se pretende lograr, algunas abanderan el feminismo liberal, otras, el radical; y lo mejor es que entre ellas se apoyan, se escuchan y se respetan.
Llegamos a la conclusión que el feminismo ha sido alterado por una generación de jóvenes que en su supuesta lucha sólo abanderan el vandalismo. Algunas, seguramente no dimensionan la importancia de este movimiento y, en ese sentido, se tiene que hacer saber (sobre todo a las futuras feministas que son las niñas de hoy) que ser feminista implica una lucha activa e intelectual que transforme entes humanos para que se sumen al movimiento por las vías de la conciencia colectiva, política, social y cultural.
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